10/01/2012

Isaac Díaz Pardo: un patriota ao servizo de Galicia

Isaac Díaz Pardo deixounos fisicamente o 5 de xaneiro deste 2012. O seu corpo descansa xa no cemiterio da cidade na que naceu: Santiago de Compostela. Quero manifestar a miña dor pola perda do amigo a toda a familia e agradecerlle desde esta ventá a Isaac o exemplo do que é ser un home entregado á súa terra, un patriota. O seu foi un facho permanente para min: traballar sen descanso pola cultura deste país. Amais de pintor e artista, tamén foi un editor que tratou de recuperar a memoria de Galicia a través dos libros publicados en Ediciós do Castro. Grazas, amigo Isaac, polo teu exemplo e maxisterio.

Deseguido aparece unha entrevista que lle fixen para o libro 88 gallegos. Una tierra a través de sus gentes (2 vol.), Barcelona, 1983. Está escrita en castelán e así decidín reproducila, pois a intención da publicación destes dous volumes foi que a xente de fóra da nosa terra coñecese unha serie de persoeiros galegos que considerei fundamentais e importantes naqueles anos.

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En los días que corren, pocos campos tan resbaladizos, tan propicios para el camelo como el de la cultura. En este campo, hoy, las «malas hierbas» abundan por doquier. Y esto en Galicia se observa con toda claridad. Vanitas vanitatis: la busca de un nombre, de un puesto al sol, sea como sea, ha constituido y constituye la obsesión exclusiva de tantos y tantos. Y nacen así los valores ficticios, los personajes —y personajillos— de relumbrón. Pero ¿y la obra? Porque, ya se sabe, «los hombres pasan, mas las obras —las obras válidas, claro— quedan». Las fosilizaciones académicas, las falsas erudiciones, el arte producto de una u otra variedad del marketing, ¿qué tienen que ver con la cultura auténtica, con la cultura real?

Buen ejemplo de lo que digo es ISAAC DÍAZ PARDO. Un enorme ejemplo en negativo, desde luego. Porque, detrás de gran parte de las, en realidad, pocas consecuciones culturales de verdadero peso, de gran calibre, de máxima calidad e indiscutible proyección que en Galicia se han dado en los últimos tiempos, está él, está su inquietud y su trabajo. Porque, siendo una de las pocas personas lúcidamente conscientes de las dificultades —y de sus causas— que, dadas las tristes circunstancias económicas y sociales de nuestro país en las pasadas décadas, inevitablemente arrastraba nuestra cultura, jamás ha dejado de trabajar, contra viento y marea, en la mejor línea, en lo más vivo y progresivo de la cultura gallega. Y porque, con todo ello —¡no podía ser de otro modo!—, siempre ha estado, y está, a miles de kilómetros de la nefasta —e infantil, o mejor, estúpida— posición de quien no hace más que buscar el prestigio, el reconocimiento, la alabanza. Con lo cual, mira por donde, no habría forma de presentar una lista —una lista «sana», objetiva— de una docena de gallegos con mérito irreprochable en el campo de la cultura que no incluyera a DÍAZ PARDO. Ahí está Sargadelos, ahí están las Ediciós do Castro, ahí está el Museo Carlos Maside, ahí quedan tantas y tantas realizaciones que, por medio del Laboratorio de Formas de Galicia, o personalmente, reflejan el trabajo de este hombre.

ISAAC DÍAZ PARDO nació en Santiago de Compostela en 1920, «en la Casa de la Tumbona, que da nombre al callejón por el que bajan las aguas de las
esterqueiras. En el habla de las putas, la «tumbona» es la que las «tumba», la que las inicia en el «asunto». Pero esto pertenece a la historia de la pedagogía y hoy no tiene vigencia; imperan otros modos; la profesión fue desbordada irrespetuosamente. También bajaban aguas por la calle Das Hortas, en la que desemboca el callejón de la Tumbona. Estas aguas eran las peores, porque venían por la Costa do Cristo, bañando la Falcona, el depósito de cadáveres, el hospital de tiñosos... Con frecuencia la planta baja de nuestra casa quedaba inundada».
En el año 1936 estudiaba bachillerato, y su padre tenía la esperanza de que, de algún modo, podría iniciar arquitectura, que era lo que a él le gustaba; pero como las cosas fueron mal, los años de la guerra hubo de pasarlos pintando puertas y anuncios en los tranvías de A Coruña, después de permanecer seis meses mano sobre mano. Acabada la guerra, hizo Bellas Artes en Madrid, «que era más barato, y gracias».
En 1947, DÍAZ PARDO ya había realizado tres exposiciones en Madrid y otras tres en Barcelona, además de varias en Galicia y una en el extranjero. Con todo, por aquellos días se da cuenta de que está trabajando en una profesión que le han impuesto las circunstancias, que no coincide con su vocación, de la que, por otra parte, tampoco se halla seguro.

Sin embargo, es entonces cuando entra en el campo de la cerámica, «del que —dice hoy— no lograré salir». Comenzó montando la fábrica de Castro. Pero, en 1955 «tropecé conmigo mismo al comprobar que nuestras tierras (no nuestra Tierra) no eran nuestras, y ensayé a ser emigrante». En Argentina montó otra fábrica, la de Magdalena, que sigue trabajando en la actualidad, y concibió el Laboratorio Cerámico de Magdalena, que moriría en proyecto al caer el presidente Arturo Frondizi, en 1962. Y a Argentina, puesto que «comprobé que también me había equivocado, y para no fastidiar a los que se asociaron conmigo...», viajaría desde Galicia hasta veinte veces durante trece años.

En Buenos Aires, además, a partir del trabajo teórico llevado a cabo junto a Luis Seoane, nació el Laboratorio de Formas de Galicia, al cual, ya aquí, en nuestra tierra, se incorporaría el arquitecto Albalat. El Laboratorio de Formas de Galicia, ¡casi nada!: la realización cultural de mayor peso específico en nuestro país desde hace muchos, muchos años; el instrumento cultural de más alto contenido, viveza y eficacia de cuantos han existido.

Y, con el Laboratorio, las consecuciones de la mayor importancia se suceden unas a otras, y, sin darse un reposo, DÍAZ PARDO trabaja y trabaja...


Bien, esa es su breve referencia biográfica. Prácticamente autobiográfica, pues casi me he limitado a reproducir sus palabras. Pero, ¿ha visto alguien un
curriculum tan sencillo, tan modesto, tan sincero, tan ético? ¿Dónde están los títulos, los premios, la autocomplacencia, los adornos, la mierda? ¿Es éste el hombre que tanto ha trabajado y trabaja, y a tan alto nivel, por la cultura gallega? Pues sí, él es. Y aún nos dice más, para cerrar el comentario sobre su vida: «Esta laboriosa huida de mí mismo tenía alguna razón que todavía sostengo como válida: en la habilidad del hombre para hacer cosas, se ve por lo que produce que unas veces trabaja representando cosas, las que sea, y otras haciendo aparatos para satisfacer necesidades concretas, y obsérvese que yo quería ir hacia esto último y tampoco lo logré, pues todo el tiempo lo dedico a templar gaitas y demás. Sumado esto a mis condiciones de nacimiento, a la frustración como arquitecto, a la equivocación como pintor y al fracaso como emigrante, ya se comprenderá por qué no pongo mis méritos en la tarjeta». ¡Asombroso! He aquí una persona que muestra con toda sinceridad la dolorosa búsqueda de sí misma, que se juzga con toda dureza y sin paliativos, que trasluce la más extraordinaria consciencia de las penosísimas condiciones objetivas que presenta Galicia para la autorrealización individual y colectiva. Pero una persona cuyas realizaciones llenarían de orgullo a cualquier gallego, y no digamos a tantos y tantos pretenciosos que sin la menor obra válida se creen —o tratan de hacérnoslo creer— genios indiscutibles. ISAAC DÍAZ PARDO, hoy, ya, y por méritos propios, ocupa uno de los más altos puestos en la cultura gallega de todos los tiempos. Y eso no tiene vuelta de hoja.

Señor Díaz Pardo, ¿qué es para usted la cerámica? ¿Y la arquitectura?

La cerámica es un procedimiento de fabricar objetos que se diferencia de todos los demás. Lo que da carácter al procedimiento cerámico es que el producto se conforma, o se moldea, antes de transformarse en materia definitiva, es decir, antes de su transformación termoquímica dejando el fuego su presencia sobre las formas. El carácter de este procedimiento da lugar a que lo que se vitrifica o sinteriza, luego de conformarse, sea del material que sea, se diga que pertenece a la cerámica, aunque no sea hecho con arcilla, que es la cerámica que conocemos tradicionalmente.
La arquitectura... supongo que debe ser todo lo que es capaz de cumplir una función sustentante de algo para habitar, para cubrirse, para trabajar, etc.

En su opinión, ¿en qué momento se encuentra hoy la cultura gallega?
Según lo que se entienda por cultura. Si nos referimos a la cultura comunicativa del arte, estamos en un momento en que en producción no fue superado por ningún otro. Pero, a mi manera de ver, falta información de su pasado, imaginación y rigor, para que este hecho adquiera trascendencia para comunicar con el futuro. En cambio, si por cultura hemos de entender todo lo que hace o cultiva el hombre, como un hecho socio-económico, entonces nuestra cultura crece negativamente en función de su desarrollo dependiente ininterrumpido.

¿Cómo ve usted, concretamente, las artes plásticas gallegas en la actualidad?

Me remito a la contestación anterior.

¿Cree usted que el arte puede denunciar de algún modo las crisis de una sociedad?

Se supone que el arte está comunicando las inquietudes de los hombres, por lo que, si esos hombres están inmersos en alguna crisis, el arte, naturalmente, deberá reflejarla, al menos si es auténtico.


¿Qué es el Laboratorio de Formas de Galicia?

Es una sociedad jurídica que concebimos y discutimos en Buenos Aires el inolvidable Luis Seoane y yo, y a la que ya aquí en Galicia se incorporó el arquitecto Albalat. Al Laboratorio de Formas de Galicia, que tiene una filosofía bien definida, aparte de la operación restauradora de Sargadelos, pertenecen entre otras realizaciones las Ediciós do Castro y el Museo Carlos Maside, prestando además su colaboración a otras entidades embarcadas en distintos proyectos que tienen a Galicia en la mira de su objetivo.


¿Cuál es la filosofía del Laboratorio, cuáles son sus objetivos, cómo funciona?

Los que integramos el Laboratorio de Formas pensamos que el arte es un lenguaje (el lenguaje de las formas), y como tal hecho natural que es tiene que tener identidad, madre y padre, y patria. Las lenguas inventadas, desde el esperanto al trampitán, no lograron comunicar nada. Y el funcionamiento del Laboratorio de Formas consiste en proyectar esta filosofía en hechos concretos, generalmente a través de formas jurídicas de asociación.


¿Cuáles son sus proyectos más inmediatos?

Los proyectos en los que yo colaboro, y que están realizándose, deben llevar a Sargadelos a duplicar su eficacia en un plazo entre uno y dos años. Ahora bien, fuera de Sargadelos colaboramos en otros proyectos. Por ejemplo, en O Castro (Sada, A Coruña) está terminándose un complejo al lado de la fábrica en el que funcionan ya el Museo Carlos Maside, el Laboratorio Xeolóxico de Laxe, la Fundación Parga Pondal, las Ediciós do Castro, las Gráficas do Castro/Moret, y próximamente entrarán en funcionamiento dos laboratorios-escuela, de cerámica y comunicación, y en Santiago estamos también colaborando en lo del Instituto Galego de Información, que publicará el periódico Galicia.


¿Cómo se presenta el futuro del Laboratorio de Formas de Galicia?
Si las sociedades e instituciones que va creando se afirman, el Laboratorio habrá ganado su meta sin haber ganado un real.

¿Qué es Sargadelos?

Una parroquia de unos tres kilómetros cuadrados perteneciente al ayuntamiento de Cervo que se extiende desde el mar hasta la montaña. Aproximadamente en su centro está el conjunto histórico-artístico del Antiguo Recinto de Sargadelos, en el que se conservan vestigios de lo que fueron las Reales Fábricas, complejo siderúrgico y cerámico fundado hacia fines del siglo XVIII por Antonio Raimundo Ibáñez.


¿Qué representa Sargadelos para la cultura gallega?

La obra creada por Ibáñez representa la realización de más aliento y prestigio de nuestro pasado industrial. También una de nuestras mayores frustraciones. Y, desde una perspectiva paradigmática, la empresa como asociación de recursos para satisfacer necesidades concretas y auténticas, frente a la empresa como asociación de intereses para especular con todo o con cualquier cosa. La operación restauradora de Sargadelos, promovida por el Laboratorio de Formas de Galicia, tenía como principal objetivo llamar la atención sobre esa memoria paradigmática y sobre el hecho de que en Sargadelos está uno de los primeros ejemplos de planificación industrial.

¿Cómo compagina la técnica con la estética?

Sargadelos es obra de mucha gente, y la responsabilidad de su técnica y de su estética recae hoy en un instituto, el Seminario de Sargadelos, que comprende a su vez un Centro de Investigación Tecnológica, muy importante, y un Centro de Sistemas de Comunicación, que es donde se elabora la imagen de Sargadelos que se conoce.


¿Qué relación tienen los nuevos diseños de Sargadetos con el arte popular gallego?

El nuevo Sargadelos, como un producto que es del Laboratorio de Formas de Galicia, trata de buscar la identidad de las formas que dieron carácter a la cultura gallega desembarazándola de las formas superpuestas por un largo período de desconcienciación del pueblo gallego. Por aquí puede haber una comunión de ideas con el arte popular. Pero nada más, pues se trata, en el caso del nuevo Sargadelos, de sistemas completamente elaborados, mientras que lo popular no es sino lo que el pueblo rústico hizo sin elaboración conceptual. No se trata de un problema cualificativo (el arte popular puede ser más valioso culturalmente que el llamado arte culto), sino de una diferenciación conceptual.

¿Cuáles son los problemas mayores del nuevo Sargadelos?

No se puede hablar de ningún problema en particular, aunque como Sargadelos está en Galicia participa de —o mejor dicho, le alcanzan— las consecuencias de la total dependencia que padece nuestra tierra.


¿Qué es y cómo funciona el Museo Carlos Maside?

El Museo funciona protegido por las empresas industriales que colaboraron en su fundación y por donaciones particulares que hacen sin alharacas gentes que aman las cosas significativas de Galicia.


¿Qué objetivos pretenden las Ediciós do Castro, cuál es su política editorial?
Ediciós do Castro es para el Laboratorio un medio de comunicación, pero también publica todo lo que se estudia o escribe, desde la geología hasta la poesía, tratando de facilitar que estas cosas puedan proyectarse y difundirse, en un principio, claro, sin demasiado espíritu crítico. Éste vendrá más adelante, formado por los destinatarios y por el tiempo.


Usted ha sido emigrante: ¿qué opinión le merece el fenómeno de la emigración?
Galicia es un país rico de gente pobre, que hoy se puede llamar asalariada porque en el contexto ya no es tan pobre. Este hecho, proveniente de su dependencia económica, es lo que hasta ahora obligó a sus gentes a emigrar, y como tales un hecho negativo. Pero la emigración gallega también produjo cosas importantes en los países donde se asentó, demostrando que los gallegos pueden asociarse y pueden crear grandes empresas, aunque algunos interesados se empeñen en negarnos estas virtudes. Un último beneficio de la emigración está en las remesas de divisas que produce, pero explotar seres humanos con este fin es sólo una práctica indeseable y delincuente, aunque en ella hayan estado interesados ilustrísimos y reverendísimos señores.

En líneas generales, ¿qué le parece el Estatuto de Autonomía de Galicia?

En el papel, creo que en general es aceptable, y aunque no sea perfecto —podría fomentar más el valor de las personas que la influencia de los partidos— a partir de él podrían hacerse grandes cosas, cosas que diesen satisfacción a todos y a todas las necesidades de Galicia. Pero lo que queda fuera del Estatuto de Autonomía —es decir, los poderes establecidos— es tan poderoso, tan rabiosamente centralista y amoral, que, sin duda tratará de reírse de la Autonomía de Galicia. Y ojalá me equivoque.


¿Cómo ve pues el porvenir de nuestra tierra?

Malo del todo no va a ser, porque hay cosas que no nos pueden quitar: las rías, la humedad... pero la leche, la energía eléctrica, el ahorro... con la cantidad de cipayos que tenemos en nuestra tierra... no sé. Por un lado, usted ya ve, y por el otro, ¿qué quiere que le diga?



[Olegario Sotelo Blanco, 88 galegos. Una tierra a través de sus gentes. Vol. I, pp. 115-122]